“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 2)
Para la mente occidental, la prosperidad generalmente significa riqueza material. Algunos en la iglesia han sido ofendidos por enseñanzas sobre la prosperidad y han reaccionado de manera exagerada deteniendo sus donaciones y alentando a otros a ser "libres" de dar. Pero… ¿es ese el enfoque correcto?
El dinero es sólo una extensión del corazón. Separar el dinero del resto del tema de la prosperidad está mal. La prosperidad, ante todo, es espiritual. Un espíritu recreado ¡es prosperidad espiritual! ¡Hemos sido trasladados de muerte a vida!
La prosperidad es mental; una mente renovada a la Palabra de Dios, y en contacto con la sabiduría de Dios es una mente próspera.
La prosperidad es emocional; el fruto del Espíritu que fluye a través de nosotros es la máxima prosperidad emocional. La prosperidad es también física; salud y sanidad en nuestros cuerpos es la prosperidad física.
La prosperidad es relacional; nuestros matrimonios, familias, amistades y otras relaciones deben ser impactados por la prosperidad de nuestros espíritus y almas.
Por último, la prosperidad es material; Dios desea que tengamos abundancia para toda buena obra.
La prosperidad material es una extensión de la prosperidad en cada otra área de la vida. Si estoy caminando prosperadamente en mi espíritu, mi mente y mis emociones, y estoy caminando en el propósito de Dios para mi vida, mi dar será una extensión y una demostración de la prosperidad que ya disfruto en mi relación con Dios. El dinero será una expresión de fe y acción de gracias.
Pero si busco sólo dinero sin ser próspero en mi espíritu, mente, emociones, etc., entonces he pervertido el poder del Evangelio. ¡No se trata de dinero! ¡Se trata del corazón transformado respondiendo al amor de Aquel que lo transformó!
Jesús nos dio las llaves del Reino. Sería absurdo tirar las llaves de dar y recibir, y de la siembra y cosecha simplemente porque hemos sido ofendidos por algunos que abusaron del principio. El dar no es una obra. Es la respuesta de un corazón que ha sido transformado por el amor y la gracia de Dios que hará que el dador tenga más que suficiente para cumplir su propósito en Él.