“ …sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1: 14-15)
La concupiscencia (deseos desordenados) es el problema. La concupiscencia existe en todos los hombres si están bajo la Ley o que nunca han oído hablar de la Ley. La ley mosaica no trae a luz el pecado. Lust da a luz el pecado. La Ley sólo sirvió para fortalecer y revelar el pecado. No lo crea.
Cuando Jesús cumplió la ley de Moisés y se llevó su castigo sobre sí mismo, la capacidad de pecado no fue eliminado. El pecado continúa en la raza humana, como todos sabemos. Nuestros propios deseos son evidencia de que estándo libres de la condenación de la ley no nos ha liberado de la capacidad de pecar. Como dijo Jesús, el espíritu (del hombre) está dispuesto, pero la carne es débil!
Como cristianos nacidos de nuevo que no sólo estamos libres de la Ley de Moisés (como medio de justicia) estamos libres de la ley del pecado y de la muerte!
“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2).
Mientras que pasamos tanto tiempo a centrarse en "legalismo" como nuestro enemigo, es realmente sólo el síntoma del problema real. El problema real no es el legalismo. El verdadero problema es la carne. Al ser distraído por el legalismo y atacando el legalismo no es la respuesta. La respuesta es a morir las obras de la carne por el Espíritu!
“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:13)
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gálatas 5:17)
“Y los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gálatas 5:24)
En lugar de centrarse en la Ley (una distracción sutil) es el momento de vivir por el Espíritu y vivir por encima de los deseos de la carne.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1)